sábado, 2 de agosto de 2014

Dia 11: Anem a la montanya

La noche fue larga y la mañana muy corta. El despertador avisaba a las 10:00 para comenzar a desayunar, cambiarse, ducharse, prepararse y quitarse las legañas. A las 13:30 Mattia nos pasaba a buscar para comenzar un largo día de excursión (y fiesta jamaicana aunque por la noche).
 
Puntualmente y de forma asombrosa, Mattia nos pasaba a buscar (y nos pillaba con el culo al aire), la puntualidad italiana es casi igual de buena que la española (es decir nula, no como la catalana), vaya que no le esperábamos a la hora acordaba. 

En cuanto nos subimos al coche, comenzó lo divertido, (la carretera era una mierda), pero las vistas eran asombrosas. En cuanto llegamos al primer punto de encuentro, tomamos, café en un restaurante que hacen unas pizzas enormes y asombrosas (más tarde, a la noche, las probaríamos) además de ver un árbol con más de ¿2000 años?.

Continuando con nuestra ruta, (con el coche) subimos por un camino inmensamente largo, con piedras, tierra y para nada asfaltado, hasta llegar a lo que sería el principio de nuestro viaje. Caminábamos por la ladera cual hobitts y elfos en busca del monte del destino. Cuando parecía que las vistas no podían mejoras, lo hicieron ( y de que maneras), nuestro único límite, el horizonte, y nuestros compañero de viaje la montaña y la roca, por delante, solo naturaleza y tranquilidad, por detrás, más de lo mismo.

Entre paso y paso, una foto y entre parada y parada, no podía faltar una copita de vino, aunque resulte increíble, los italianos no pueden vivir sin el vino, y lo que parecería innecesario en cualquier excursión, para ellos era imprescindible. 

Tras una hora de camino, no parábamos de subir, creía que no acabaríamos nunca, el oxigeno no era el mismo, (¡pero no teníamos miedo!). 

Tras pasar un estrecho camino de rocas, llegamos a una llanura, en la lejanía un grupo de excursionistas descansaba entre las rocas. Cuando estuvimos más cerca nos hicieron señas para que nos acercáramos, nos ofrecían vino y comida (la hospitalidad italiana no conoce fronteras).


 Una vez con el grupo de excursionistas resulta que estaba el padre de uno de los miembros de nuestro grupo, y el trato fue aun mejor. No os penséis que tanta generosidad era porque ambos grupos de excursionistas se conocían, cuando llevábamos un rato allí compartiendo comida, bebida e historias y comida, un chico suizo (que pasaba por allí) llamo la atención de los excursionistas. No dudaron ni un segundo en llamarlo para ofrecerle  vino y comida. Cuando llego la hora se fueron todos juntos con un nuevo miembro más del grupo en la misma dirección, nosotros volvíamos al coche.

Mientras tanto en la casa, la pareja de americanos, se estresaba y había convocado una reunión, el nivel de alerta era Defecan 3 (color amarillo, Fuerza Aérea lista para desplegarse en 15 minutos, -fuente Wikipedia). Los chicos Taiwaneses, felizmente alojados prometían ser daños colaterales de una guerra fría que solo anticipaba lo inevitable. Con otro punto de vista, el canadiense Tim Taylor intentaba mantener la paz (como buen Canadiense sería el primero en morir después de los chicos made in Taiwán).

Volviendo a nuestra ruta y después de una hora de camino, (y hacer un poco el idiota) llegamos al coche es entonces cuando nos dirigimos a cenar a la pizzería (donde nos habíamos tomado los cafés). La pizza era absolutamente enorme, y su tamaño solo era comparable con su sabor, deliciosa.
 
Una vez finiquitada la pizza (no llego ni a la media hora) y después de ver la llegada de un grupo de 15 ciclistas (algo bastante gracioso porque estaban medio muertos) nos dirigimos al a fiesta jamaicana, (lo único de jamaicano que tenia era la música).

En plena noche, el "reage" y las estrellas nos hacían compañía, la verdad es que después del día de excursión las horas, los minutos y los segundos se hacían eternos y el cansancio acumulado cada vez pesaba más, por si fuera poco la temperatura bajaba, y el frio cada vez estaba más presente. 

Finalmente nos fuimos, de camino al coche vi uno de los cielos más estrellados que habré visto en toda mi vida. Su belleza era absolutamente indescriptible (como los paisajes). Para firmar, y como guinda del pastel, una estrella fugaz cruzaba la inmensidad del oscuro cielo, no miento cuando digo que fue de las más grandes y bonitas que he visto.
 

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